Su Corazón nos sigue guiando

El Monasterio de La Santa Espina acogió el pasado domingo uno de esos actos que sellan identidad y escriben historia.

 

El 14 de mayo, fecha elegida para renovar la Consagración del Monasterio al Sagrado Corazón de Jesús presentaba una connotación especial. También un 14 de mayo, pero de 1733, hace ahora 290 años, el Corazón de Jesús beato revelaba al beato Bernardo de Hoyos la Gran Promesa: “te empeño mi palabra, que mi Corazón se derramará en copiosos influjos de su amor, llenando de celestiales gracias a cuantos le rindieren este culto y procuraren que otros también se le rindan.”

La Consagración, que tuvo lugar en la iglesia del Monasterio, fue precedida por la misa que ofició el padre Francisco Casas, párroco del monasterio de La Santa Espina. En una brillante homilía, el sacerdote se centró en explicar la devoción al Sagrado Corazón en sus dos características: consagración y reparación.

A modo de síntesis, definió esta gran devoción como el Corazón de Jesucristo resucitado, vivo, de corazón palpitante, prueba de que Dios me ama “ahora, como soy y como estoy”. Palabras estas últimas de Luis María Mendizábal, sacerdote jesuita que hizo de su vida la misión de difundir a ese Cristo resucitado y vivo que se nos da por entero cada día.

La bendición final estuvo precedida por el acto de Consagración, que se celebró frente a la nueva imagen del Corazón de Jesús, donada en noviembre por el arzobispado de Valladolid y recientemente restaurada por Mariano Nieto, conocido restaurador vallisoletano.

La ceremonia de Consagración se estructuró en tres partes:

  • En primer lugar, Hipólito Sanchiz Álvarez de Toledo, VI marqués de Valderas, y presidente del patronato de la Fundación de la Santa Espina, recoge el legado de su antepasada, doña Susana Montes, y lo consagra al Corazón de Jesús.
  • Seguidamente, Juan Carlos Corvera, presidente de la Fundación Educatio Servanda, recibe la encomienda del marques de Valderas, y consagra las obras culturales, turísticas y de promoción familiar del monasterio.
  • Por último, el padre Francisco Casas consagra la parroquia, el monasterio y toda la parte espiritual que se lleva en la Obra de La Santa Espina.

Numerosas familias pertenecientes a diferentes obras de la Fundación Educatio Servanda y vecinos de la zona participaron en la vigilia de preparación de la Consagración que tendría lugar al día siguiente.

En la ceremonia del domingo, acompañaron al marqués de Valderas, Hipólito Sanchiz, y al presidente de Educatio Servanda, Juan Carlos Corvera, numerosos vecinos de La Santa Espina, el alcalde de la pedanía, Luis Miguel Puerta, así como un nutrido grupo de familias y directivos de Educatio Servanda, entre ellos, Óscar Rivas, director de comunicación, y Carlos Martínez, director de la red de colegios Juan Pablo II.

Con motivo de esta gran ocasión, reproducimos a continuación la oración que el padre Luis María Mendizábal elaboró expresamente para Educatio Servanda. Fue rezada por primera vez el 15 de octubre de 2016, día de la Consagración al Corazón de Jesús de todas las obras y miembros de esta Fundación.

 

¡Corazón de Jesús!

Míranos humildemente postrados a tus pies. La Fundación es tuya y tuya quiere ser.
Y para poder vivir más estrechamente unidos contigo, todos y cada uno de los miembros de la Fundación nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.
Queremos que tu imagen presida nuestros esfuerzos e irradie la paz en todos sus aspectos.
Guiados por tu Servidor SAN JUAN PABLO II, queremos colaborar contigo a tu reinado: la deseada civilización del amor.
Que la Fundación sea ya un enclave de esa civilización de amor, derivada de los torrentes de tu corazón abierto, y sea, al mismo tiempo, un fermento que vaya transformando la humanidad entera.
Mirando con fe a tu imagen, que preside ya nuestra Fundación, ella nos invita a beber los torrentes de amor y misericordia que a nuestra vez comunicaremos a cuantos entren en contacto con esta gran familia de familias que es la Fundación.
Dígnese María, nuestra Madre, presentarte nuestra Consagración y velar maternalmente por nuestra fidelidad a ella.

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