El presidente de Educatio Servanda explicó las tres características que, a su modo de ver, tiene que reunir una escuela para ser verdaderamente católica: ésta ha de ser radical, apostólica y testimonial.
Tal y como anunciábamos hace unos días, Juan Carlos Corvera participó en el Simposio que se celebró el pasado sábado, 1 de diciembre, en el Seminario Conciliar de Barcelona, bajo el título “La identidad como clave de futuro”.
De forma clara y concisa, Corvera marcó los tres características que a su juicio han de configurar una escuela de identidad católica:
La primera es que la escuela católica sea radical, entendiendo por radical, el volver a su raíz. Nada que ver por tanto con la acepción extremista con la que a menudo lo usamos, antagonista de su verdadero sentido etimológico.
Esta radicalidad -destacó el presidente de Educatio Servanda- la resume Juan Pablo II cuando afirma que la educación católica consiste sobre todo en “comunicar a Cristo”, que no es un qué, sino un quién. Lo que obliga a establecer un orden de prioridades. Si la primera de estas prioridades es la de comunicar a Cristo, será Él quien ilumine nuestras decisiones. “Es -en palabras de Corvera- una apuesta segura”.
La segunda característica que tiene que reunir una escuela católica es el ser apostólica. Es fundamental que los maestros sean apóstoles, faros para sus alumnos. El maestro tiene que ser un referente para ellos y dar testimonio de vida. Si no lo hace, los alumnos, expertos en detectar incoherencias, no se lo perdonarán.
Por último, la escuela católica ha de ser testimonial. “Cuando tomes decisiones, que tu único público sea Jesucristo. Lo que viene después de esto es la persecución, el señalamiento. Esto es matemático -señaló Corvera.
Tras establecer estos “tres puntos de control” para verificar que estamos construyendo una escuela católica, Juan Carlos Corvera quiso concluir la ponencia con una llamada a la esperanza, ya que, a su modo de ver, se está produciendo un renacer de esperanza en la escuela católica.
Sin comentarios