El secularismo, que ambiciona aniquilar a Dios de la vida pública y pretende la sistemática supresión de cuanto cristiano hay en ella, se halla ampliamente difundido en todas las áreas de la sociedad; las manifestaciones antirreligiosas se suceden. Se confunde la aconfesionalidad del estado con el laicisimo excluyente de toda manifestación religiosa. El católico tiene el derecho no sólo de hacer profesión pública de su fe sino de poder trabajar en la sociedad civil para la transmisión del Evangelio.
Ahora bien, ¿cómo habrá de crecer la persona, y por consiguiente, la sociedad cuando se busca mutilar de aquella su índole espiritual? El católico debe contribuir a la realización de la sociedad. Ha de ser consciente de que su concepción de la persona y su valor absoluto provienen de la fe en Cristo, y ha de manifestarlo públicamente, aceptando que, como católico, su presencia en la vida pública se halla guiada por un compromiso inaplazable, que debe ser más activo que nunca, y cuya conducta debe inspirarse, en todo momento, en el seguimiento de Jesús.
Con esta vocación de presencia pública, que anima su ideario, Educatio Servanda ha emprendido y consolidado iniciativas como el Congreso Nacional de Educadores Católicos, que reúne cada año a más de cuatrocientos educadores, y que ya anticipa su Vª edición; la cena benéfica, que congrega a amigos y colaboradores de la Fundación, así como a numerosas personalidades; o la entrega de los premios que llevan su nombre, con el propósito de reconocer a aquellas personas o entidades que, en el desarrollo de su profesión, han destacado por su compromiso radical con el Evangelio.