La raíz del problema educativo reside en el relativismo, una suerte de dogma que lo cuestiona todo y a nada responde; que no cree en la verdad porque, desde su prisma, toda verdad es en sí misma inalcanzable. Resulta, por tanto, peligroso hablar de ella. Incluso autoritario. El hombre, en cuanto ente autónomo –adoctrina su pedagogía – debería desarrollarse por sí mismo, sin imposiciones de nadie, ni siquiera del educador, cuyo papel se reduce a transmitir informaciones.
Es así como la educación relativista conlleva, paradójicamente, la renuncia a la educación. Al educador se le permite asistir, pero nunca intervenir, en el autodesarrollo del yo. De este modo, se le priva de su esencia y se le anima a desistir de su misión. Se le exige abdicar de su vocación. Se le exhorta a claudicar, a rendirse.
En este contexto de emergencia educativa, Educatio Servanda entiende que el auténtico educador no puede ni debe rendirse. Antes al contrario, aboga por la revitalización de su figura. Pues el verdadero educador es el que presta atención a la persona en todas sus dimensiones, la comprende en su dignidad, y la hace crecer; el que guía y conduce, tal y como anuncia su etimología; el que enseña en el amor y desde el amor agradecido; el que entiende su vocación como un ministerio al servicio de Dios y del prójimo; el que se sabe constructor de una sociedad más justa y solidaria.
Quien así concibe su magisterio no debe rendirse. Una educación verdadera, nos enseña Benedicto XVI, debe suscitar la valentía de las decisiones definitivas. El educador ha de salir a la palestra con la autoridad que le confiere el ser testigo de la verdad. Lo proclama, en primer lugar, su responsabilidad, y lo reclaman los padres, los profesores, y la sociedad en su conjunto, que ve cómo la crisis educativa atenta contra las bases mismas de la convivencia. Con este propósito, la Fundación ponía en marcha en 2008 el Congreso Nacional de Educadores Católicos, que cuenta ya con seis ediciones, y al que este año se ha sumado el I Congreso de Educadores Católicos de la Comunidad Valenciana. En ambos casos, por cierto, con la mujer como protagonista.