En los últimos años, Educatio Servanda se ha significado por su destacada defensa en favor de la libertad educativa. Esta intensa labor ha despertado de la prensa húngara. Por su interés reproducimos la entrevista que el periodista magiar, Miklos Cseszneky, realizaba hace unos días a Juan Carlos Corvera para uno de los grandes periódicos de aquella nación. La conversación se centra, entre otras cuestiones, en la última iniciativa de esta fundación, #libresparaelegir.
El emprendedor Juan Carlos Corvera es el fundador y presidente de la Fundación Educatio Servanda, organización educativa católica que, a pesar de su corto recorrido, ya ha sido acogida por seis diócesis españolas. Entre sus obras más sobresalientes cuenta con siete colegios concertados y varios centros de formación profesional. También son muy conocidas sus iniciativas en el terreno de la vida pública en defensa de la libertad de enseñanza y las actividades para familias que organizan en Semana Santa y verano.
Educatio Servanda en apenas una década ha creado una amplia red de escuelas prestigiosas en diferentes partes de España. ¿Cómo nace la iniciativa y a qué se debe su éxito?
Diez años para una institución educativa no es mucho… así que podríamos decir que aún estamos naciendo, pero entendiendo su pregunta puedo decirle que surgió de una manera muy sencilla y humilde. Mi mujer y yo dimos respuesta a una llamada interior, profunda e insistente para trabajar en el mundo de la enseñanza católica, sin tener claro mucho más; luego Educatio Servanda va cogiendo forma a medida que va creciendo. Vivimos su nacimiento y desarrollo como una nueva experiencia de paternidad. Tenemos cuatro hijos y aunque hayan venido al mundo con nuestra colaboración imprescindible, sabemos que no son nuestros. Cada uno de ellos ha sido querido previamente por Dios, hay en ellos una huella sagrada. Nuestro papel con los hijos es amar, guiar y acompañar, abrazando su identidad propia. Así sentimos y vivimos Educatio Servanda también, y estoy seguro de que esa es también una de las claves de su éxito. Otra es la necesidad de que nazcan y florezcan todas las iniciativas que ayuden a reforzar la libertad de la enseñanza en general y la presencia y revitalización de las escuelas católicas en particular.
Sus colegios llevan el nombre del legendario papa Juan Pablo II. ¿Por qué han escogido por patrono espiritual al pontífice polaco en vez de algún santo español?
Juan Pablo II marcó profundamente la vida de millones de jóvenes de su tiempo a través de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Yo soy uno más de ellos. Educatio Servanda nace un año después de su muerte. A él encomendamos desde el principio esta obra para que intercediese por ella ante Dios. Y la verdad es que le sentimos cada día detrás de todo lo que hacemos.
Las escuelas concertadas son, a menudo, blanco de críticas. Algunos les achacan su elitismo y las acusan de excluir a los alumnos desfavorecidos; a otros no les gusta que muchos colegios concertados tengan un ideario religioso y al mismo tiempo sean financiados por un Estado aconfesional. ¿No hay una pizca de verdad en esas acusaciones?
No tiene sentido hablar de elitismo en las escuelas de iniciativa social (las llamadas concertadas). Simplemente es un mantra falso. Las escuelas de iniciativa social tienen que acoger a todos los alumnos que soliciten plaza, con las normas que determinan las administraciones públicas, igual que las escuelas estatales. Además, la gran mayoría de sus escuelas fueron fundadas por instituciones religiosas y si se caracterizan por algo es precisamente por desarrollar sus obras en las poblaciones y barrios más pobres. Quienes ahora ayudamos en la continuidad de sus obras las asumimos allá donde fueron fundadas.
La financiación es otro mantra: ”el que quiera una educación específica que se la pague de su bolsillo”. Curiosamente esto lo dicen todos aquellos que comulgan con el sesgo ideológico que suele tener la escuela estatal del gobierno de turno, porque, no nos engañemos, la educación no es neutra y la enseñanza tampoco. Quienes elegimos otros centros para nuestros hijos pagamos dos veces. Primero, con nuestros impuestos, pagamos la enseñanza de los hijos de los que eligen la escuela estatal y además, por responsabilidad y gratitud, tenemos que responder con ayudas económicas adicionales a las instituciones de iniciativa social. Es un hecho objetivo que la financiación que les destina el Estado es del todo insuficiente. Las familias que elegimos este tipo de centros pagamos dos veces por elegir diferente. Esa es la realidad.
En plena campaña electoral, Educatio Servanda acaba de lanzar el manifiesto “Libres para elegir” dirigido a los partidos políticos. ¿Qué pretenden con esa iniciativa?
Aunque el manifiesto está dirigido a los partidos políticos, la campaña pretende concienciar también a las familias. Lo que proponemos en esta campaña, que pueden encontrar en libresparaelegir.org, es abrir el debate público sobre la idoneidad de dotar a los centros de una autonomía mayor de forma que puedan elegir alguna o algunas asignaturas curriculares. Apostamos por un cuerpo curricular mayoritario de ámbito nacional que deje hueco para incorporar propuestas curriculares de centro. Esto aumentaría exponencialmente la diversidad y pluralidad de la oferta educativa, ampliando automáticamente la libertad de elección de las familias. Si los equipos docentes de cada centro, que están más cerca de sus familias, pudiesen participar en el sistema, diversificándolo y enriqueciéndolo, se generaría una dinámica de mejora continua de la calidad de la enseñanza, que es muy necesaria en nuestro país.
Una verdadera diversidad de oferta educativa no se limita a los diferentes métodos pedagógicos, sino que también incluye la pluralidad de valores. El director de uno de sus colegios fue multado por criticar la ideología de género. ¿En qué quedó el asunto?
Los derechos de libertad de enseñanza y de creación de centros docentes están reconocidos en la Constitución Española (Art. 27.1 y 27.6). Por eso existen colegios con un ideario y un carácter propio. Esta cobertura constitucional posibilita la oposición a aquella parte de un currículum educativo, impuesto por el Estado, cuyos contenidos choquen objetiva y frontalmente con el ideario del centro. Eso es precisamente lo que ocurriría si las teorías acientíficas en las que se sustenta la ideología de género llegasen a ser materia de estudio obligatorio en centros de ideario católico. Este riesgo fue el que ese director puso de manifiesto en el año 2016 mediante una carta interna a sus familias, en relación a la recién aprobada legislación de ideología de género de la Comunidad de Madrid. Aunque las multas pueden llegar hasta los 45.000 €, nuestro director fue sancionado con 1.000 € por su crítica. A pesar de la pequeña cuantía recurrimos la sanción ante la administración y luego ante los tribunales. Dos años después, y con un gasto jurídico quince veces superior al de la sanción, la justicia nos ha dado la razón. Ahora tienen que devolver el dinero de la multa y las costas del proceso judicial. Una campaña de microfinanciación colectiva cubrió el 80% de las costas, pero no se trataba de dinero, sino de la defensa -como la propia juez determina en su sentencia- del „derecho fundamental a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas u opiniones no sólo mediante la palabra o el escrito, sino también mediante cualquier otro medio de reproducción”. Esta sentencia inapelable crea un precedente judicial muy importante en nuestro país y fuera de él.
Algunos políticos proponen el cheque escolar para garantizar la libertad educativa. Los padres recibirían del Gobierno el derecho de cobro de un importe equivalente al coste medio de un puesto escolar en un centro público para que decidan libremente a qué colegio, público o privado, quieren llevar a sus hijos. ¿Está de acuerdo con la propuesta?
La financiación del sistema de enseñanza es la clave de bóveda de la libertad de elección de las familias. Aunque ningún sistema es perfecto y habría que estudiarlo con detenimiento, la idea central es que no hay verdadera elección de las familias si es el Estado quien determina a qué centros les asigna el dinero de nuestros impuestos y en qué cantidades lo hace. Y lo digo como presidente de una institución que tiene siete centros que reciben los fondos directamente y al que podría perjudicarle un cambio de sistema, pero soy padre antes que presidente. Como padres nos sentiríamos más libres si fuésemos nosotros quienes decidiésemos el centro al que la administración debería enviar el dinero que correspondiese a las plazas escolares de nuestros hijos. Técnicamente no es difícil. Sistemas muy parecidos ya funcionan, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid en las etapas de 0-3 o en los sistemas de becas de Bachillerato y Formación Profesional, donde el dinero de la beca es recibido por el centro que la familia ha elegido previamente y no al revés.
Las leyes educativas vigentes ponen mucho énfasis en las competencias clave de los alumnos, pero prestan menos atención a la adquisición de conocimientos. Pero, ¿puede ser alguien competente sin tener conocimientos?
Cuando alguien es -o no- competente lo es para algo, y para serlo evidentemente hace falta tener conocimientos sobre aquello. Pero tener conocimientos teóricos sobre algo no implica que se alcance competencia en ello, influyen otros aspectos. Los sistemas de enseñanza -por su origen histórico academicista- se han centrado en la adquisición de conocimientos. A medida que los conocimientos son más accesibles por otras vías, parece lógico ampliar el campo de acción de la enseñanza en el aprendizaje de otras disciplinas que no sean puramente teóricas. Por eso comenzaron a valorarse las competencias, las habilidades y actitudes. Se trata de ampliar una carretera de carril único a una autopista con varios carriles, manteniendo por supuesto el primero. Creo que se trata de ampliar no tanto de sustituir.
Últimamente, la educación bilingüe genera mucha polémica. Se cuestiona la idoneidad pedagógica de esos proyectos, así como las habilidades lingüísticas de los docentes. ¿Cómo ha sido su experiencia en los Colegios Juan Pablo II, y qué recomienda a otras escuelas que se plantean la posibilidad de introducir programas bilingües?
La adquisición de idiomas extranjeros, y muy particularmente el dominio del inglés, es fundamental para el futuro de nuestros hijos y alumnos. De eso no cabe ninguna duda. Pero hacer del idioma el proyecto vertebrador del centro, sin pensamiento crítico, parecería más orientado a la mercadotecnia escolar que al conjunto de la formación del alumno. Y como dice un amigo mío, «cuidado porque se puede llegar a ser tonto en varios idiomas».
En nuestra red de colegios, tenemos proyectos propios de bilingüismo con un objetivo medio de entre el 30% y el 40% de horas de inglés, concluyendo la secundaria con un nivel B1. Pero el hecho de ser proyectos propios precisamente nos permite una mejor particularización y adaptación de nuestra propia experiencia, sin estar encorsetados en una normativa específica para poder tener un certificado específico de cara al exterior. De esta forma podemos ir comprobando nuestro propio sistema, equilibrarlo y ponderar nuestros objetivos de idioma con el resto de objetivos académicos en lengua nativa. Y, por el momento, funciona muy bien.
Los informes PISA y otros estudios similares resaltan las enormes diferencias regionales en el rendimiento educativo. Ustedes tienen colegios en varias comunidades autónomas, ¿han podido contrarrestar esa desigualdad territorial?
Lo que refleja PISA es la realidad, hay diferencias notables entre los rendimientos en competencias básicas como comprensión lectora, matemáticas y ciencias entre los alumnos del mismo curso de distintas comunidades autónomas. Y si se cruzan los datos con la inversión económica por alumno en esas comunidades se comprueba que no hay una relación que lo explique. Esto abriría una vez más el debate sobre la idoneidad de la descentralización de la enseñanza. Quien nace o vive en distintas comunidades autónomas tiene diferente calidad de servicios tan importantes como la sanidad o la enseñanza. En nuestro caso, el hecho de ser una red nacional de colegios, contrarresta esas diferencias, sin ser el bálsamo de Fierabrás, porque a veces esas diferentes legislaciones autonómicas nos impiden aplicar las soluciones de un centro en una comunidad autónoma a otra.
Usted se metió en el mundo educativo después de una exitosa carrera empresarial. ¿No se arrepiente?
Rotundamente no. Al principio pude compatibilizar las diferentes actividades, pero en poco tiempo nos dimos cuenta de que se nos pedía una entrega total en este proyecto. A nivel personal sin duda fue el momento más dramático. El momento de la decisión del joven rico (Mt 19; 16-26). Dejar por voluntad propia un conjunto de iniciativas privadas construidas durante años de esfuerzo, que generaban empleo y daban estabilidad y seguridad a mi familia fue muy difícil. Doy gracias a Dios y a mi mujer cada día por haberme dado luz y fuerzas para dar ese paso. Al año siguiente de hacerlo, Educatio Servanda creció exponencialmente. Los proyectos de Dios se ven mucho mejor por el retrovisor y ahora sé que aquella intensa experiencia profesional fue el entrenamiento necesario para acometer esta Misión, y por eso su entrega está perfectamente integrada en ella.
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