El presidente de Educatio Servanda realizó una abierta defensa de la libertad educativa en la charla que pronunció en la sede del Foro de la Familia. A su juicio, el debate entre educación pública o concertada es un “trampantojo”: la raíz del problema reside en la dicotomía entre familia y Estado.
El Estado actual- señaló Corvera- nos ha arrebatado a las familias una de las parcelas más importantes en la educación de nuestros hijos, su formación en las escuelas durante los años más críticos de su vida: la infancia y la adolescencia. Hay que liberar a la enseñanza de su sometimiento al Estado. Es hora de un cambio de paradigma.
Porque creemos que se trata de una intervención de amplio recorrido que puede ser de vuestro interés, ponemos a vuestro alcance un amplio extracto de la intervención de Juan Carlos Corvera. Sus palabras evidencian, una vez más, el espíritu innovador y la falta de complejos que caracterizan a esta Fundación.
“LIBERAR LA ENSEÑANZA”, por Juan Carlos Corvera. (extracto de la ponencia pronunciada el 25 de septiembre en el Foro de la Familia)
Cuando hablamos de educación, de enseñanza y de escolarización, en el uso ordinario, solemos concebirlas como si las tres palabras fuesen sinónimas. Pero no es así.
Conviene caer en la cuenta de manera más consciente, que la enseñanza y más concretamente la escolarización, son parcelas interiores de la educación. Y estas tres palabras no son sinónimas. Hay mucha más similitud entre los términos escolarización y enseñanza pero tampoco son exactamente iguales.
Diremos, simplificando, que la educación es todo ese conjunto de acciones que educan a una persona. La enseñanza estaría circunscrita a la formación académica o de contenidos culturales y la escolarización sería la enseñanza en la fase inicial de la escuela que reconocemos como obligatoria. Forman entre ellas tres círculos concéntricos.
Para simplificar, trataré la enseñanza y la escolarización como si fuesen uno solo: “Liberar la enseñanza”.
Antes de descender a la confrontación política en que se ha convertido la enseñanza, sería necesario buscar, una fuente primera, una inspiración máxima y previa al comercio de las mayorías parlamentarias, que ilumine el debate político desde fuera. Para ellos es preciso salir del concepto de enseñanza y buscar en el círculo más amplio de la educación.
Desde ese enfoque constatamos que la educación es uno de los derechos fundamentales de las personas. La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) es la concreción jurídica de los derechos naturales de las personas, definidos en la carta como derechos y libertades fundamentales del hombre.
En su artículo 26 se reconoce la educación como un derecho fundamental de la persona, por el mero hecho de serlo. Artículo 26.1: “Toda persona tiene derecho a la educación”. Esta es la fundamentación pre-política admitida por todos.
Dando un paso más, de sentido común, también es evidente que, en ocasiones, hay derechos cuyos titulares no pueden ejercer por sí solos. El de la educación, es claramente uno de ellos. Los niños no pueden ejercer por sí mismos muchos de los derechos que les corresponde por ser personas, no sólo el de la educación, el de la vida, etc.
Entonces, a quién corresponde asumir el ejercicio de ese derecho a la educación, a la enseñanza, a la escolarización, mientras que sus titulares no pueden ejercerlo directamente? Este es el verdadero quid de la cuestión.
La naturaleza de las cosas, que se olvida con demasiada frecuencia, determina con implacable certeza que son los padres quienes tienen la responsabilidad de la educación de sus hijos. Y este derecho natural es quien nuevamente inspira a la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en su artículo 26.3 dice: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. O la Carta de los Derechos del Niño que en su artículo 7 determina: “El niño tiene derecho a recibir educación… El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término, a sus padres”.
El Estado, por tanto no debería pasar de tutelar que los padres provean este derecho efectivo a sus hijos. Ese es su verdadero e importantísimo papel, ser subsidiarios de la familia. Sin embargo, desde hace más de cien años, el esquema de la enseñanza ha sido y es: persona-estado-familia.
¿Creen que exagero? El estado decide las asignaturas que estudian nuestros hijos, las horas a la semana que estudian cada asignatura, las condiciones del profesor que puede impartir esa asignatura, la zona en la que podemos, o no, elegir colegio, etc, etc… ¿No nos damos cuenta hasta qué punto su enseñanza se organiza a nuestro margen?. ¿No va siendo hora de que nos propongamos en serio la recuperación del orden natural, ontológico, que es: Persona-Familia-Estado?.
Leyendo el artículo 27 de nuestra constitución, es aún más sorprendente que hayamos llegado a esta situación. Art. 27.1: “Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”. Art. 27.3 “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Art. 27.5: “Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, y la creación de centros docentes”. Art. 27.6 “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales”.
Teniendo este articulado constitucional, por qué hemos aceptado, en los contenidos por ejemplo, un “menú del día nacional” que tiene que servirse sí o sí en todos los “restaurantes”, con independencia del tipo que sea?
No caigamos en el permanente debate entre educación pública o concertada, que no es más que un trampantojo que oculta la verdadera dicotomía entre familia o estado. Nos entretienen con las hojas del árbol cuando lo que debemos hacer es apuntar a la raíz: exigir el puesto que nos corresponde como padres. Los padres amamos a nuestros hijos y queremos para ellos lo mejor. Yo no sé lo que quiere el estado para los míos.
Las familias hemos asimilado como algo natural, un sistema que nos ha arrebatado una de las parcelas más importantes en la educación de nuestros hijos, su formación en las escuelas en los años más críticos de su vida: la infancia y la adolescencia. ¿Cuánto tiempo más estaremos dispuestos a asumir este contra Dios?, ¿cuánto tiempo más resistiremos los embates del Estado?, ¿cuánto tiempo más podremos evitar que entren también en el Sancta Sanctorum de la educación de las conciencias de nuestros hijos a través de asignaturas y contenidos de orden moral?
Es hora de un cambio de paradigma, de una verdadera revolución -que no revuelta- educativa cuyo objetivo final sea la reconquista del terreno perdido, a la suelta de la cautiva, la liberación de la enseñanza.
Juan Pérez-Foncea
Posted at 11:13h, 04 octubreMagnífico análisis. La ingerencia del Estado en las conciencias de los niños y adolescentes es uno de los principales -si no el más grave- problemas de nuestra sociedad. En algunos casos se está llegando a una auténtica corrupción de menores desde las instituciones.
Vicky
Posted at 02:14h, 20 enero¿En Chile, tiene Colegios?…Soy educadora y católica, e identifico, con vuestros postualdos.
Juan Carlos y Huguette Vera Valladolid
Posted at 09:15h, 12 abrilInfinitas Gracias e infinitas Bendiciones por Escuchar al Espíritu Santo y ayudarnos a Dicernir